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Epidemio-Lógica: El asombroso sistema de complemento

Nuestro sistema inmunológico (o de defensa) está integrado por una multitud de elementos. Inicialmente se pensaba que dependía exclusivamente de células muy especializadas. Posteriormente se encontraron substancias que también estaban involucradas, así se condicionó un debate clásico en la historia de la medicina que culminaría con la integración de una teoría en la que iban a converger, tanto elementos celulares o corpusculares, como conformados por sustancias (o humorales). A estos últimos se les denominaría anticuerpos.

Pero si se separan los elementos celulares de la sangre y se conserva el elemento líquido (denominado “suero sanguíneo” en donde están presentes anticuerpos), se encontrarán reacciones de defensa que van a depender de dos mecanismos: el primero mediado precisamente por anticuerpos (que son “termo–estables”, es decir, que no son afectados por variaciones en la temperatura) y otro que contrariamente es “termo–lábil”, es decir, que se inactiva con altas temperaturas (específicamente a 56 grados centígrados durante 30 minutos). A este último se le denominó complemento.

Fue un médico alemán llamado Paul Ehrlich (1854–1915) a quien se le atribuye el mérito de imponerle el nombre a este fenómeno que “complementaba” la capacidad de los anticuerpos para destruir bacterias, pero se adjudica al médico belga Jules Bordet (1870–1961) el crédito de haber descrito este componente del sistema de defensa y que marca la diferencia entre los anticuerpos y un conjunto de sustancias cuya característica principal es precisamente la termolabilidad. A principios del Siglo XX, este agregado de proteínas comenzó a caracterizarse y a clasificarse por medio de la letra “C” (abreviatura de complemento).

Conforme se descubrieron distintos tipos, recibirían una denominación en números crecientes por motivos meramente cronológicos (C1; C2; C3 y así sucesivamente). Pero esta nomenclatura adolece de un defecto pues no describe su forma de actuar en una forma secuencial. En condiciones normales se encuentran inactivos; sin embargo, ante agresiones de índole diversa, se accionan y disparan, en una forma serial y ordenada, que a manera de cadena, mediarán una serie de funciones que finalmente destruirán el elemento agresor, independientemente del número progresivo con el que se les denominó en un inicio.

Actualmente se sabe que existen tres vías de acción. Una denominada “clásica” (por ser la primera que se descubrió) y que depende de dos variedades de anticuerpos (llamados inmunoglobulinas G e inmunoglobulinas M); otra llamada “vía alternativa” que es filogenéticamente más primitiva ya cuya activación fundamental no depende tanto de los anticuerpos sino de unos elementos llamados polisacáridos y otras substancias similares.

Luego está la ruta de las “lectinas” que es una especie de variante de la ruta clásica, pero que se inicia sin necesidad de anticuerpos. Al momento en que se accionaron las dos vías anteriores, se produce una enzima con la misma especificidad llamada C3, que generará una secuencia de activación terminal común, en una forma muy específica.

Muchas cosas faltan por describir en este sistema; pero su valor en la actualidad gira en torno al significado de sus cifras, que representan un auxiliar diagnóstico muy útil para los médicos: El aumento de la actividad del complemento se puede observar en enfermedades como cáncer, colitis ulcerativa e infarto agudo del miocardio, mientras que su disminución puede indicar enfermedades más diversas como angioedema hereditario, cirrosis, glomérulo nefritis, hepatitis, nefritis por lupus, rechazo de trasplante renal, lupus eritematoso sistémico y hasta desnutrición.

La determinación del Sistema del complemento en la medicina nunca va a ser determinante en el diagnóstico de la enfermedad. En este sentido es vital la agudeza diagnóstica del médico; pero el estudio de este capítulo en la inmunología no solamente es apasionante.

Constituye un motivo de emoción el saber que nuestra vida y nuestra integración al ambiente, puede llegar a depender de elementos sutiles y tan impalpables como algo que en el pasado, injustamente se denominó simple y llanamente, como un sencillo complemento.

Por José Gabriel Ávila Rivera
03 de Abril de 2015 - 04:00

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