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Lo primero, no hacer daño

Muchos médicos son conscientes de que tomar 10 o 15 fármacos diarios es un riesgo

Una treintena de los 1.500 pacientes adscritos al doctor Manel Mata, médico de familia en el CAP La Mina, de Sant Adrià de Besòs, están clasificados como polimedicados, lo que significa que toman de forma cotidiana 10 o más medicamentos. A uno de ellos, un hombre de 34 años que sufre insuficiencia cardiaca y lupus, le receta 17 fármacos de administración diaria. «Siete pastillas son para la cardiopatía y el resto para todo lo que la acompaña, más el lupus. He revisado varias veces su plan terapéutico y no puedo quitarle nada. Todo lo que toma está más que justificado», asegura Mata. Este doctor forma parte del sector de facultativos que mantienen una actitud crítica ante la cultura medicamentosa de la mayoría de sus colegas.

«Nuestra primera obligación es no hacer daño, proteger la seguridad de los enfermos y tratarlos con lo que necesitan, tanto si son 20 medicamentos como si son dos», afirma. A sus pacientes de más de 75 años, les reduce el plan trapéutico a lo imprescindible, lo que más de una vez le supone enfrentarse a algún familiar, o al propio enfermo, que reclama mantener todas las pastillas de siempre.

«Me dicen, '¿por qué me quita la del colesterol? ¿Y si me da un infarto?' Yo creo que no es necesario que un hombre de 81 años tome de forma indefinida esas pastillas, que posiblemente le están provocando debilidad muscular o rampas. Tal vez sí las necesitó en otro momento de su vida -explica-. También evito recetarles antidepresivos. ¿Todos los ancianos tristes han de tomar esos medicamentos?», pregunta. «Un estudio británico reciente demostró que el 88% de los ancianos mejoran cuando se les libera de buena parte de su medicación habitual. Evitan los efectos colaterales».

El Institut Català de la Salut (ICS) pone a disposición de sus 7.000 médicos de familia cinco guías terapéuticas y programas informáticos que, si el facultativo así lo decide, les orientan sobre la prescripción más conveniente a cada paciente en función de las dolencias que sufre, sus peculiaridades y las interacciones de los fármacos indicados para tratarlas. A un paciente que, por ejemplo, tome el anticoagulante simtron porque sufre arritmias cardiacas, no se le debería recetar un antiinflamatorio, que implica riesgo de sangrado gástrico. Y así sucesivamente. «Si a ese paciente con simtron le receto ibuprofeno [antiinflamatorio], el programa Self Audit [uno de los que cuelga el ICS en su web] introducirá una alerta roja en mi ordenador», explica Mata. Su terminal electrónica acumulaba cuatro de esas alertas el pasado martes. «Hasta que no las revise y corrija, no desaparecerán de la pantalla».

El complemento salarial que el ICS introdujo hace un decenio para premiar a los médicos de los CAP que recetan de la forma que se considera más correcta y barata, no es un disuasorio de la prescripción, asegura Mata. «Eran 5.000 euros al año para el médico que cumpliera el 100% de una lista de parámetros, entre ellos el uso de genéricos o no recetar siempre lo más nuevo y más caro -dice el facultativo-. El complemento se redujo en un 50% con los primeros recortes y casi nadie lo cobra completo».

La abundancia de guías sobre práctica clínica y orientación terapéutica que canaliza el ICS no pueden sustituir al ojo clínico del médico, sostienen los especialistas. «En último extremo, el que aprieta la tecla que pone en marcha un tratamiento es el médico, que es quien conoce al enfermo y a la circunstancia que le rodea -sintetiza Rosa Morral, responsable de Atención Primaria en el ICS-. Su criterio sigue siendo imprescindible».

Por À. G. / BARCELONA
16 de Abril de 2015

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